La antigua ciudad de Roma se localizaba en el Mediterráneo central y en el centro de la Península Itálica, a las orillas del río Tíber, en una región denominada Lacio.
El relieve y el clima de la zona condicionaron las formas de vida de los habitantes de la península itálica. De hecho, el relieve con cadenas montañosas al norte (Alpes) y en el centro (Apeninos), favoreció la concentración de la población en las zonas costeras. Esto, añadido a su posición estratégica tanto en la península como en el Mar Mediterráneo, posibilitaron desde época temprana la comunicación con otros pueblos y también el comercio.
El origen de la ciudad de Roma se fecha el 21 de abril de 753 a. C, de la mano de Rómulo, tal y como nos cuenta la leyenda de su fundación. En ese momento, la Península itálica se encontraba habitada por distintos pueblos:
- los etruscos en la zona norte y parte del centro, de quienes adoptarán parte de sus tradiciones.
- los latinos en la zona central (Lacio), pueblo al que se atribuye la fundación de la ciudad.
- los griegos al sur de la península y Sicilia, en la zona denominada Magna Grecia.
- los fenicios en zonas de Córcega, Cerdeña y Sicilia.
Todos estos pueblos se organizaban como ciudades-estado independientes. Sistema que, durante los inicios de su historia, también usarán los romanos.
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